Tener hijos te cambia la vida; desde el momento en que sabes que vas a crear una familia, tu cerebro empieza a hacerse preguntas y a cuestionar tu propia capacidad para ser padre/madre.
¿Seré capaz de cuidarle y atenderle? ¿Garantizaré su seguridad? ¿Podré acompañarle como es debido durante las diferentes etapas de su vida?
Pero si los primeros años de vida de nuestros hijos nos dan “miedo”, la etapa evolutiva de la adolescencia la esperamos con “pavor”. Y es que en esos años comprendidos entre la infancia y la madurez se producen tantos cambios a nivel físico y emocional que, como padres, nos abruma pensar en acompañarlos en ese proceso.
Tanto niños como niñas pasan por la pubertad; durante esta etapa se producen cambios en nuestros hijos: desarrollo sexual, cambios físicos, crecimiento acelerado, aparición de multitud de emociones… Todo ello provoca que cada día sea una montaña rusa.
En esa montaña rusa de cambios físicos y emocionales, nuestros hijos pasan de ser unos niños a unos mini adultos que nos retan y nos cuestionan constantemente. Como padres, pasamos de ser su lugar seguro, sus confidentes, a sus enemigos y las personas con quienes descargan sus mayores frustraciones.
¿Por qué ocurre esto?
¿Recordáis cuando eran pequeños y estaban aprendiendo a hablar? Los niños pequeños durante esa etapa tan temprana también sufren muchos cambios; pasan de ser bebés y depender para todo de sus padres a adquirir autonomía y buscar ser independientes. Esto, sumado a la adquisición del lenguaje, hace que sea una etapa muy complicada. Nuestros niños buscan expresarse pero no saben cómo hacerlo, experimentan nuevas emociones y no saben cómo contárnoslas… ¿Os suena de algo? Las rabietas de los 2 y los 3 años se pueden equiparar a esta etapa de la adolescencia.
Nuestros niños durante estos años pasan de ser “infantes” que juegan a juegos simbólicos a chicos/as preocupados por su aspecto y que experimentan emociones nuevas que no entienden; y entonces, vienen sus “rabietas”, pero esta vez sí saben hablar y descargan con las personas que más afinidad y confianza tienen todos sus miedos e inseguridades.
¿Qué podemos hacer para no ser sus “enemigos”?
- Cárgate de paciencia: No siempre es fácil; cuando llevas el día entero trabajando, ocupándote de la vida adulta y corriendo de un lado a otro, lidiar con una crisis de tu hijo adolescente no es fácil, pero es necesario. Es muy importante guardar la calma cuando ellos la pierden; somos su sustento, ellos necesitan descargar su frustración y no encuentran a nadie más seguro que sus propios padres para hacerlo. Cuando llegue el momento en que nuestros hijos nos lleven al límite, recuérdate esto: seguimos siendo su lugar seguro.
- Acércate a sus intereses: Debemos procurar formar parte de sus nuevos intereses; es posible que estos no sean lo más entretenido para nosotros, pero es importante que ellos vean que estamos interesados en lo que a ellos les gusta. De esta forma, cuando quieran compartir sus inquietudes, nos sentirán más cercanos y les costará menos expresar sus emociones. Es importante conocer sus gustos y el entorno donde se relacionan para poder ayudarles cuando haga falta.
- Trabaja tu empatía: Todos hemos pasado por esa etapa; debemos hacer el ejercicio de ponernos en su lugar y así poder entender o aproximarnos a lo que ellos están sintiendo. Aléjate del rol de padre/madre por un momento e intenta volver a aquellos locos años donde se viven experiencias que nunca olvidamos.
- Recuérdales cuáles son los límites: Ser comprensivos y empáticos no significa ser sus amigos. Es importante que durante esta etapa en la que ponen a prueba límites que ya estaban establecidos les recordemos que esos límites no se pueden romper. Ellos los necesitan para estar seguros de hasta dónde pueden llegar. Eso sí, la mejor forma de establecer un límite con nuestros hijos para que sea efectivo es negociarlo con ellos; procura que el límite sea consensuado, de esta manera formarán parte de la solución y les hará conocer las consecuencias de ese límite.
Conectar con un adolescente no es fácil, ni es trabajo de un solo día, pero si persistes y consigues estar ahí para ellos, la etapa será más fácil para todas las partes.
Mirella Torres
Técnica de familia