Mucho se habla de los manuales y demás libros dirigidos a aquellos padres y madres que en su deseo de mejorar en el ejercicio de la parentalidad y desde la mejor de las intenciones, buscan una guía 📚 que les permita conseguirlo. Poco se habla de las capacidades que estas madres y padres lectores ya tienen antes de usar esos libros 🤗.
A veces la atención de las madres/padres que usan estos manuales es como un foco de luz 🔦que ilumina sus páginas como si allí se encontrara la solución a los problemas (reales o no) con sus hijos/as, al mismo tiempo que se apaga la atención sobre las capacidades que han adquirido estas familias a lo largo de su vida, generación tras generación 👵.
Entre tanto trabajo, prisa y ruido resulta interesante plantearse parar al menos un momento para reflexionar sobre dónde y cómo hemos adquirido estas capacidades, moldeadas a través del aprendizaje y la propia experiencia personal.🤓
Esta reflexión a modo de comunicación y lenguaje conmigo misma/o, puede ser el primer paso para lograr un cambio a través un viaje por nuestra memoria autobiográfica.🥰 ¿Cómo hice para resolver aquel problema que creía no iba a poder solucionar nunca?, ¿qué soluciones puse en práctica?, ¿cómo me hizo sentir?, ¿en cuál de entre todas mis habilidades confío más?, ¿porqué?….
La siguiente reflexión podría tratar sobre cómo trasmitir 💬parte de esas capacidades que generaron cambios en nuestra vida, para que la persona que nos escucha (una hija/o por ejemplo) pueda aprovecharse de ellas y lograr sus propios cambios positivos.
Lamentablemente, esas capacidades adquiridas únicamente a través de la propia experiencia personal, no se puede transmitir por obligación, ni por imposición 🔀… ni como si fuera una transfusión de sangre.
La única forma que tenemos las personas para conseguir transmitir parte de nuestras capacidades es el ejemplo y el lenguaje ⭐, para el que estamos especialmente dotados. Estamos capacitados para comunicar emociones, motivar y enseñar lo que hemos aprendido. Para ello podemos usar un lenguaje usual y cotidiano, sin necesidad de emplear palabras complejas 🧐 ni especialmente bonitas. Podemos contarlo en forma de historia personal de superación, o simplemente decir cómo nos sentimos 💚antes y después de solucionar un problema al que nos hemos enfrentamos, o compartir qué frases nos repetimos para motivarnos a nosotros/as mismos/as.
Es más fácil de recordar y dura mucho más en nuestra memoria una experiencia personal que un conjunto de palabras complejas que signifiquen poco para quien nos escucha. Si se quiere hacer la prueba basta con pensar sobre aquellas enseñanzas que hemos recibido de nuestras madres/padres; lo más seguro es que no recordemos largos discursos ni argumentos propios de una tesis doctoral 👨👩👧👧. Es más probable que recordemos gestos, vivencias, palabras sencillas y frases cortas.
Una familia, tenga la forma que tenga, contiene muchos conocimientos🏆. Recordar esos conocimientos olvidados es un esfuerzo que puede ser muy valioso.
Daniel Rodriguez
Técnico de Familia en el SAF